Son las 3:45 horas de la madrugada. Acabo de llegar de trabajar y aún no me puedo creer lo que presencié el 6 de mayo en el Palacio de los Deportes desde las 18 hasta las 20:30 horas. El Estudiantes descendió de categoría. Algo inaudito. Nada es para siempre: una verdad absoluta.
Ese día significó mucho para cientos de miles de aficionados al baloncesto en España. No es algo sin más. Estamos hablando de que el club que surgió de un patio de colegio y que ganó dos Copas del Rey ahora mismo está en la segunda división. Al Atleti le ocurrió esto en el fútbol y al Estu también en el deporte de la canasta.
No sé si es hora de ponerme a analizar lo que ha ocurrido para que el equipo azul haya perdido la categoría. Quizás no. Ya habrá otro momento menos chocante, pero sí quiero recordar el primer contacto que tuve con esta entidad. Creo que fue el 10 de junio de 2003. Estudiantes-Barcelona. Palacio de Vistalegre. 15.000 espectadores. Un ambiente fabuloso y mágico. Semifinales de la ACB con 2-0 a favor de los azulgranas. El pabellón se vino abajo con el 85-67 final. Sólo dos días después repetí. No hubo suerte y el Barcelona (después campeón de Liga y que ya tenía la Euroliga guardada en sus vitrinas) eliminó con un 76-99 al Estu. Desde entonces, han sido nueve temporadas de emoción y de buenos y malos momentos. Desde jugar la Euroliga, la Eurocopa y la Eurochallenge a viajar a Granada un 26 de abril de 2008 con la posibilidad de que una derrota contra el equipo local supusiese la desaparición del Estudiantes.
Por suerte, a día de hoy el Estudiantes no desaparecerá. Y probablemente mantenga su puesto en la ACB. Pero hoy se rompió un mito. De lo que no albergo dudas es de su recuperación, más tardía o más temprana. Pero seguirá andando con todo el apoyo e ilusión que ha generado detrás.